domingo, 30 de noviembre de 2008

El pato lila I

Llovía. Acababa de llegar el otoño. Si, estábamos a mediados de diciembre y llegaba precisamente ahora. Viva mi suerte, no se podía haber esperado un poco más, no, tenia que joderme el día a mí. Como no.
Precisamente hoy, precisamente esta noche, precisamente cuando estrenaba botas nuevas, Dios, los pies me estaban matando. Precisamente el día que me ponía por primera vez mi sombrero, uno de esos de tipo duro de película, de ala. Precisamente tenia que llover.
Me estaba entrando una mala hostia…
Y el capullo que iba delante mío no se quedaba quieto, una noche perfecta, vamos. Me había dado un arrebato de chulería y caminaba tranquilo, pausado, como si fuese uno de esos malos de película gore de serie B, esos que van andando sin prisas, sabiendo que su victima, por mucho que corriese más que él, no tenía escapatoria. Ah, a mi me estaba sucediendo ahora exactamente lo mismo.
¿Y por qué llovía de esa manera tan rara? Llevaba meses sin caer ni una jodida gota y a San Pedro no se le ocurría otra cosa que mearse a ratos y salpicando. Tendría que haber una ley divina, atmosférica o natural que prohibiese este tipo de putadas. Es que no hay derecho, que caiga de una vez agua o que no lo haga, pero esto no, coño, esto no.
Y yo que creía que iba a ser un día de trabajo fácil. Y los pies me estaban destrozando la moral, que dolor, la virgen. Bueno, la noche continuaba igual, yo con la gabardina empapada y el señorito de delante que no paraba de correr, bueno, al menos de intentarlo porque lo tenia jodido, iba a trancas y barrancas, casi por los suelos, apoyándose en ocasiones con las manos en los bordillos. Donde habíamos llegado con la torpeza. Odio perseguir inútiles, pero en fin, el trabajo es el trabajo y además dignifica, por eso me había convertido en un digno hijo de la gran puta. Anda, vaya cabezazo con la farola se acababa de dar el tipo, eso te pasa por no mirar hacia delante, capullo. Nada, que no podía correr en condiciones, bueno, digo yo que algo tendría que ver en eso la incisión en el costado y que probablemente le había llegado al estomago que le había hecho hacía apenas unos minutos. Y ahora intentaba escapar de mí sin éxito. ¡Y eso que yo solo andaba! ¡Si es que soy un crack!
Hombre, paraba de llover un momento, aproveché el lapso para arreglarme un poco mirándome en el escaparate de una tienda de…. ¿pero qué coño vendían estos chinos? ¿Patos lilas? ¿Cómo demonios se puede poner un pato lila?
En fin, el reflejo era lo suficientemente nítido para hacerme una idea del aspecto que presentaba, estaba cojonudo, si no fuese por la puta lluvia. Iba de negro, con mi sombrero nuevo, supongo que no parecería un patriarca. Mi gabardina Adolfo Domínguez me había costado un pico y ahora relucía producto de la fina lluvia que se pegaba a ella. ¿Seguro que no parecería un patriarca? La bufanda era de colores, a rayas azules, naranjas, granates, grises y negras. Estilo que tiene uno, si no fuera por el jodido dolor de pies que acompañaban estas botas, diría que son hasta bonitas. No, para que engañarnos, son feas, jodidamente feas y además incómodas. Tampoco pegaban mucho con los pantalones de pana gorda que llevaba, había sido un error. Lo reconozco, me había equivocado con las botas.
¿Y con el sombrero? ¿No tendría pinta de salir del pueblo? ¡A la mierda!!
El sombrero a tomar por culo, que se lo quedase el… Coño! Que se me escapaba el jorobado!!! Ya me había despistado un poco (solo un poco). Por suerte había girado a la izquierda, hacia un callejón. ¿Qué manía tiene la gente de irse a morir a sitios solitarios? ¿Y como te puedes comer un pato lila? ¿Qué diablos tenia que hacer con el sombrero? ¿Y con mis pies? Estaba a punto de cortármelos ya. Bueno, vamos por partes, mejor mato a este primero, regalo el sombrero después y encargo un pato lila para cenar para ver a que coño sabe. Lo de los pies no tiene arreglo ya, así que para que preocuparse.
Giré la esquina hacia el callejón, estaba todo muy oscuro, ya era de noche, cierto, pero parece que allí el aire era mas espeso, como cargante. Solo había una farola iluminando un escenario que parecía de película y además fallaba, su tintineo hacia más tétrico si cabe aquella zona, los altos edificios impedían que el aire circulara libremente por allí y el ambiente estaba viciado, hasta a mí me daba miedo. Ese silencio era extraño, no era normal.

Estamos jodidos

183 muertos y más de 300 heridos, tres días de pesadilla, un país superpoblado sometido al arbitrio de unos pocos salvajes y una dirigente política con más vidas que un gato. Triste balance el que nos deja el oscuro y sangriento período de tiempo que ha transcurrido en la India en los últimos días.
Estamos jodidos.
Y ahora nos dirán que el problema es la religión, contestaran que es la opresión del capitalismo la que ha desembocado esta brutal matanza, pondremos en el ojo del huracán los textos sagrados y el mundo entero exigirá el fin de una violencia sin sentido.
Sin sentido es toda la violencia, no solo esta, porque no olvidemos que 3/4 partes de África se hallan en situaciones aún más peliagudas, que los ataques militares tampoco exigen demasiada justificación y que hasta la impuesta por el estado (pena de muerte) tiene un flojo sustento en el ámbito de los derechos humanos. Esta historia, todas las historias de violencia, no tienen sentido. Estamos jodidos.
Entre tanto y como dato curioso, la presidenta de la comunidad de Madrid, doña Esperanza Aguirre, ha sobrevivido a los atentados mientras se encontraba en la ciudad de Bombay, que mujer tan dura, no hay quien pueda con ella, ni estrellándose un helicóptero, ni entre fuego cruzado, ni siquiera con una mala configuración de la climatización de la primera clase del avión en el que volvió, en el que por cierto lo hizo sola, no acompañada del resto de la comitiva que acudió al país asiático con ella.
Personalmente, considero bien invertido hasta el último céntimo gastado para traer de vuelta a cualquier persona (alto cargo político o no) que se encontrara en el subcontinente indio, pero bueno, ¿no podían haber ocupado algunas plazas más? Realmente ignoro la situación en la que se encontraban el resto de personas, así como las condiciones necesarias para hacer el transporte efectivo, lo reconozco, pero me cansa que el elitismo esté presente incluso en las operaciones de "rescate".
Estamos jodidos.